El cine. Ese arte que se caracteriza por la sutileza a la
hora de mostrar historias y acciones des de un punto de vista mil veces pensado
y adjudicado bajo el título de “el más adecuado”. Ese punto de vista que busca,
a través de la sutileza del plano rebuscado, causar emociones, sensaciones y
hacer que el publico, de manera consciente o inconsciente, vea la historia des
de un punto de vista muy acorado, cuya función es engañar de manera positiva al
espectador, para que viva todo el recorrido de una trama controlada como si
fuera una montaña rusa.
Luego llego el 3D. Sí, lo de las gafas.
Un pequeño “previously” sobre el 3D para todos aquellos que lo
consideren un añadido moderno y transgresor al cine: Las primeras huellas del
3D ya se ven entre 1890 y 1920, de la mano de William Frieese-Greene y
Frederick Eugene Ives.
En 1922 llegó el primer largometraje 3D y entre 1934 y 1960
ya se empezaba a comercializar con unas pocas películas en 3 dimensiones y a
hacer pequeñas proyecciones en salas. En 1970 , la marca Stereo-Visión
desarrolla el método de proyección 3D que se usa hoy en día. Y, finalmente, en
1980 aparece el formato IMAX, de corta duración pero el sistema de experiencia
3D más puro.
Pero, como funciona el 3D?
Depende de en que época lo preguntes. El método de
proyección 3D en el cine se basa en imágenes comprimidas, una al lado de la
otra, sobre una misma tira de película de 35 mm y proyectadas mediante una
lente anamórfica a través de filtros Polaroid. Actualmente, con la
digitalización, este método se ha reducido a una proyección de doble cañon.
Que más a traído el 3D? Pues una forma maravillosa para las
productoras de generar dinero: las remasterizaciones 3D o adaptaciones 3D!
Todas aquellas películas clásicas, que ya se han hecho un hueco en la historia y que, por razones incoherentes, les han dado chorretones de 3D con el gotelé.
De manera exagerada, la conversión al 3D ha atraído a una multitud sin
precedentes de espectadores a las salas de cine. Películas como Toy Story 3 (2010),
El Rey León (1994), Los Pitufos (2011) o Madagascar (2010), entre muchas otras, han tenido
su versión “tridimensional”. Ah, y la conversión más exitosa: Titanic (1997), con un
3D tan logrado que puedes sentir como James Cameron te quita el dinero del
bolsillo.
Debido a los excelentes resultados que tuvo el cine 3D,
la televisión buscó la manera de hacer que la tridimensionalidad entrase en su
área de una forma alcanzable para los usuarios. Empresas como Sony, Samsung y Panasonic ya empezaron a vender televisores 3D en algunas partes del mundo.
El 3D, ese sistema que promete mucho y ofrece poco y que
parece más una moda pasajera que un avance tecnológico. Porque, seamos
sinceros, ¿ofrece tanto como dice el 3D? ¿Causa tal impacto? ¿Tan grande es la
inmersión del espectador en la película que parece formar parte de ella? La
respuesta es, una vez más, NO. Con lo que me lleva a la pregunta, ¿es realmente
el 3D necesario en el cine? Un servidor esta convencido que, de momento, NO.
Muchas han sido las películas que he visto en 3D y el 99% de
las veces me he sentido estafado, no por el precio (que también) si no por no
ver y sentir lo que me prometieron ver.
Acabar con una propuesta, un aro de luz entre tanta
“3Decepcion”, os aconsejaré 3 películas que, con el 3D en una sala que no es
formato IMAX, ganan: 1) Avatar (2009) ya que el punto fuerte (y el único) de
esta película son sus efectos. 2) Gravity (2013), increíblemente impactante con
3D (hablaremos de ella más adelante) por su método de grabación y sistemas de
travelling flotante. 3) Para estómagos fuertes: Jackass 3D (2010). Sí, con 3D
esta película es, visualmente, genial.
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