martes, 28 de abril de 2015

Raoul Dufy (II): una lucha tras la pintura y frente a la enfermedad

Tras el período cézanniano -con el que nos quedamos en la última publicación- y con la llegada de la década de los treinta, surge una nueva etapa artística que, en confrontación con los sucesos ocurridos en aquella época, consolidaría esa concepción de Dufy como pintor de los placeres -sin olvidar que él mismo llegó a calificar su pintura como tal, cuando en 1932 dijo: <<cuando nosotros pintamos, no ocultamos nada: Matisse, la contabilidad de los valores; Derain, la aspiración al sublime; Picasso, la malicia más cruel; yo, podríamos decir la ternura y la voluptuosidad [...]>>-. Y lo cierto es que era un momento convulso, de tensiones políticas y crisis económica, en el que se preparaban importantes cambios sociales e ideológicos que dejarían profundas heridas en la historia y memoria de Europa, por lo que no es de extrañar que fueran mucho los artistas e intelectuales que, conscientes de la trascendencia de los tiempos que vivían, se involucrasen en la lucha con sus escritos y obras plásticas. Sin embargo, Dufy no se sumó a ellos o, por lo menos, no plásticamente hablando. Por aquél entonces, la obra de Raoul Dufy ya había logrado hacerse un nombre y ésta era especialmente apreciada por una clientela, generalmente acomodada, que lo que quería era precisamente deleitarse con imágenes placenteras, alegres y coloridas que se alejaban completamente de las preocupaciones que se sentían en todos lados sobre la situación europea, para centrarse en temas banales, de la vida cotidiana de una alta burguesía que pasaba sus horas en las carreras de caballos, regatas, fiestas o casinos; ambientes llenos de colores, luces y movimiento que fascinaban a Dufy. Y es que la fascinación era un requisito imprescindible para Dufy; para su creación, pues como bien expresa Lassaigne, <<la atención de Dufy no se deja captar mas que cuando siente una conmoción de una cierta intensidad y cualidad. Para que él "entrar en conversación" con los seres u objetos, hace falta un espectáculo que le apasione, debe sentir una posibilidad, una suerte de belleza. Esta conversación, un día se la afirma a Léon Degand, excusándose de lo que su declaración tiene de anticézanniana, pues no puede entablar con una cafetera o con una manzana>>. Hay quien cree que en estas representaciones de la vida de una determinada clase social se halla cierta ironía, sin llegar nunca a una crítica social. Esto es debido a que a Dufy, como pintor, lo único que le preocupaba e importaba en su arte eran las cuestiones estéticas, las cuales no sólo requerían dominio y técnica, sino también un planteamiento detrás del cual se escondía una larga búsqueda y reflexión. Una muestra de lo poco que le interesaba la cuestión social es su declaración de 1936, con motivo de los debates establecidos en La Querelle du réalisme: <<la influencia de los temas sociales sobre la inspiración? Cero. Pintar es una función natural. [...] La naturaleza me interesa más que la humanidad. Para mí, hombre igual a trozo de piedra. En la pintura, el elemento esencial es el color. Para hacer colores, la naturaleza se sirve de la luz. Para pintar la luz, el artista se sirve de colores. Una flor, una mujer, una mariposa? Más incidentes del gran drama del color y de la luz>>. No obstante, su pintura no es solamente apreciada por la burguesía sino que también es demandada por los ambientes oficiales, como lo demuestran los encargos que recibe para ellos en estos años, y entre los que se puede destacar La Fée Électricité.

 
Musée d'Art Moderne de la Ville de Paris

La Fée Électricité (1936-37)
 
Esta obra magna de 60 x 10 metros representa la Historia de la Electricidad, en la que se reúnen las aportaciones del pasado, las del presente y las que han de suceder en el mañana. Todo ello bajo el aspecto de una gran fiesta y envuelto en una visión optimista, y quizá demasiado idílica, del progreso.

Pierre Camo habló de ella como <<ese vasto y magnífico jardín de formas y colores donde, como en un mundo encantado, los dioses y las diosas, el sol y la luna, las estrellas y los cometas, el rayo y el arcoíris presiden la representación variada de las producciones de la naturaleza y de las invenciones del espíritu humano>>.
Curiosamente, en el momento de su exhibición, esta pintura eclipsaría al Guernica de Picasso, por entonces expuesto en el Pabellón de la República Española, al tiempo que consolidaba definitivamente la fama de Dufy, lo que no quita que no recibiese críticas, entre las cuales está la de Walter Benjamin, quien denunciaba su arte por sentir que iba dirigido a una clase burguesa que no se preocupaba más que por sus actividades de ocio y de pasatiempo.




Sobre la Pintura de Raoul Dufy 


<<La historia en sí misma no cuenta, es más bien la manera de contarla>> - Raoul Dufy

(Texto original: <<L'histoire en elle-même ne compte pas, c'est plutôt la manière de la raconter>>)


Su pintura no pretende representar los elementos tal cual son, sino que de ellos, Dufy escoge aquello que le conviene, lo indispensable para que, ejecutando con el menor artificio y la máxima precisión de las impresiones, pueda reducirlos a una mera asociación de la realidad. Para ello, Dufy parte de la idea de que los objetos no sólo se reconocen por su visión, sino por todo lo que se sabe de ellos. De este modo, nuestro artista rompe con la perspectiva renacentista y la idea de "pintar sólo aquello que se ve", para colocar los objetos y figuras sin preocuparse de la medida que ocupan respecto al espacio y la distancia, importándole solamente su significación. Asimismo, Dufy abandona el punto de vista del espectador corriente que se yergue sobre unos pies siempre sujetos en el suelo, permitiéndole así abarcar el tema y todos sus elementos de una manera más completa. Es, según Lassaigne, como si Dufy <<se pasease en globo alrededor de las cosas>>. Otra de las características y quizá la mayor de las aportaciones de Dufy al campo de la pintura se sitúa en el ámbito de la luz y el color. Nuestro artista parte de la premisa ya formulada por Delacroix, de que lo primero que percibimos de un objeto es su color y es éste también el que permanece más tiempo en la retina, más que la forma y la línea, para centrar su obra en el estudio de la luz y del color -los cuales son indisociables-. No obstante, y pese a ser su pintura extremadamente colorida y pictórica, la espontaneidad que transmite sus trazos rápidos y expresivos que configuran los objetos y figuras que se recortan de los fondos o mejor dicho, de las zonas de color, le otorga al mismo tiempo un carácter marcadamente dibujístico. Y este aspecto dibujístico es posible gracias a que Dufy no se siente en la obligación de encerrar el color en la forma y de hacerlos coincidir, pues para Dufy el color de los objetos es una convención, lo que le permite una mayor libertad de actuación sobre la relación del color y de las luces respecto a la composición. De hecho, Dufy no sentirá ningún pudor en dar prioridad a las zonas de color, que serán las encargadas de ordenar las composiciones, aunque a causa de esto los objetos se vean divididos según la separación de zonas que pasen por ellos. Otro aspecto del que se percata, es de que existe el tono local, que es el del objeto y el tono ambiente, es decir, de aquello que le rodea y que al mismo tiempo lo condiciona. Así pues, el color ambiente domina y se superpone a todos los colores excepto a aquellos que deben destacar. Junto a esta idea, está la de que cada objeto tiene un centro luminoso y es el equilibrio de todas esas luces las que configuran la composición. Sin embargo, no vacila en situar luz donde debería haber sombra y viceversa si considera que así lo requiere la composición y siempre estos cambios no alteren el equilibrio de la misma, es decir, el total claros y oscuros.

Les Explorateurs (1937-39), Raoul Dufy

 Avenue du Bois de Boulogne, Raoul Dufy

Les Cavaliers sous bois, Raoul Dufy

 La Régate, Raoul Dufy

Respecto a la temática, como ya dijimos, los temas tratados fueron pocos -sus taller de pintura, las orquestas, los hipódromos, las regatas, los casinos, las fiestas, las siegas...- y los cuales fue retomando y renovando a lo largo de su vida sin por ello agotarlos, ni dejar nunca que perdiesen ese matiz de improvisación y de espontaneidad. Como expresa Jacques Lassaigne, <<no busca agotar la evolución de un tema, como por ejemplo en pintar como los impresionistas los aspectos cambiantes de un mismo objeto a las diferentes horas del día, él adopta, por contra, una especie de luz brillante que da a cada una de sus interpretaciones su carácter de plenitud y de absoluto>>.

Si bien Dufy siempre experimentó cierto recelo respecto a la imitación de sus predecesores -como se advierte especialmente en su etapa fauvista-, en sus últimos años, no vacila a la hora de realizar versiones de otros maestros, lo que demuestra que ya ha ganado la suficiente confianza en él mismo y en la crítica que sabe que ya no lo juzgará como una copia, pues en estos momentos ya ha logrado un estilo y un reconocimiento propio. 


Venus Anadyomène d'après Botticelli (vers 1945), Raoul Dufy

Le Moulin de la Galette d'après Renoir, Raoul Dufy

Para dar esa gracia aérea que acerca las obras de Dufy a la expresividad y la frescura del boceto o la acuarela, necesitaba que las pastas de pintura pudieran conferir cierta transparencia. Ello lo consigue gracias a un procedimiento nuevo, el medium, redescubierto por el químico y pintor Jacques Maroger.

Intérieur à la fenêtre ouverte (1928), Raoul Dufy

Parevent Paris (1930-31), Raoul Dufy

Hacia 1938, empieza a sentir los primeros ataques de una grave poliartritis que iba a paralizarle poco a poco sus miembros, incapacitándole muchas veces y otras, en que su voluntad es más fuerte que la enfermedad, "simplemente" dificultándole pero no impidiéndole la ejecución de sus pinturas. A partir de entonces y hasta el último de sus días, Dufy se someterá a cantidad de tratamientos, llegando incluso a viajar hasta América para ponerse en manos de los laboratorios más avanzados, pero nada podrá sanarlo del todo y deberá combatir estos dolores sin dejar que ellos lleguen a alterar el carácter alegre y desenfadado de sus pinturas. De hecho, hasta el último momento, Dufy no sólo no dejará de pintar, sino que seguirá organizando su vida en función de su trabajo y proyectos.

<<El tiempo de mi enfermedad y el de las catástrofes del mundo no deberían percibirse en el conjunto de mis cuadros reunidos. [...] Estoy solamente ansioso de saber que significación puede cubrir este conjunto de trabajos hechos a partir de esta habitación de enfermo, refugiado, cuidado, pero atormentado por mil penas íntimas. He buscado yo demasiado evadirme de ellas? He hecho bien o mal?>> - Raoul Dufy
(Texto original: <<Le temps de ma maladie et celui des cataclysmes du monde ne devrait pas être aperçu dans l'ensemble de mes tableaux réunis. [...] Je suis seulement anxieux de savoir quelle signification peut revêtir cet ensemble de travaux faits à partir de cette chambre de malade, réfugié, soigné, mais tourmenté de mille peines intimes. Ai-je trop cherché à m'évader de celles-ci? Ai-je bien ou mal fait?>>)



*Siento la cursiva, pero la web se ha desconfigurado o algo y por más que lo he intentado soy incapaz de enderezar estas rebeldes letras.

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