lunes, 1 de junio de 2015

El universo poético de Paul Delvaux (II)


Entre las características más evidentes de la pintura de Paul Delvaux se encuentra su obsesión por la creación de atmósferas intemporales y lugares indeterminados habitados por elementos de su universo de niñez y juventud

En la década de 1970, Delvaux confiesa: <<intento suprimir lo que podía haber de anecdótico en mis cuadros precedentes>>, así como <<simplificar, volverlos más misteriosos, más simples y serenos>>.
La obra de Delvaux tiene por constante la obsesión de fijar en su obra todo un repertorio de imágenes de su infancia. Sin embargo, y como ya se ha expresado con anterioridad, lo que busca nuestro artista no es su historia ni el recuerdo que del objeto emana, sino más bien su presencia; el ubicarlo en un espacio indeterminado que eternice ese haber sido. O como diría Jacques Sojcher, <<la construcción de la realidad del cuadro, que saca a la infancia de su lugar físicamente perdido, de su tiempo pasado, para hacerle ganar [...] la intemporalidad>>.

Paul Delvaux, comparte con Balthus y Chirico la importancia del mobiliario del salón en el que pasó su infancia -es menester indicar que durante los años sesenta, nuestro pintor consagró largo tiempo a contemplar los distintos espacios de la casa en la que se crió hasta llegar a representarlos de memoria, para que, más adelante, los introdujera de forma aislada en contextos muy distintos, como templos, bosques, estaciones ferroviarias, etc-. Como afirma Jacques Sojcher, <<el insólito está, en él, mucho más interiorizado, no revela efectos [...] La composición figurativa que le precipita e inmoviliza hace que Delvaux no sea un surrealista en el sentido escolátisco>>.

Otro elemento característico en la obra de Delvaux son los esqueletos, los cuales, como mencionamos en la publicación anterior, parecen haber impresionado a este artista ya en una edad muy temprana, despertando un interés que no sólo mantendría sino que avivaría a lo largo de su carrera. Para Delvaux, los esqueletos son el <<armazón del ser humano, del ser viviente>> y el gusto por ellos se concentra justamente en ese carácter estructural, de <<máquina articulada>>. 

Tal y como dice Jacques Sojcher, <<los esqueletos son para Delvaux arquitectura de lo maravilloso, himno a la vida. Eso es porque los esqueletos, para él, no simbolizan la muerte. Él no parodia, sino que transfigura poéticamente, sin ilustrar, sin significar. [...] Los esqueletos [...] son en sí mismos, muy expresivos; como si ellos fueran los más vivos, debido a que son los más abstractos, los más arquitectónicos>>. Para nuestro Delvaux niño, la visión de los esqueletos fue <<una impresión de terror que, repitiéndose, acabaría por crear un imagen obsesiva y, además, con el tiempo, el miedo se disipó y el esqueleto se vuelve un objeto dotado de una gran belleza>>. De este modo, estas estructuras de osamenta pasan a convertirse, así como las imágenes de infancia, en leitmotif de su pintura.





Por lo que sabemos, Delvaux no era un gran aficionado a la lectura, sin embargo, quedó profundamente prendado por la impresión que en él suscitaron La Odisea de Homero y el Viaje al centro de la Tierra de Jules Verne. Éste último volumen -que contenía ilustraciones de Riou- despertó en el artista todo un universo poético, al que los historiadores del arte han bautizado bajo el nombre de "clima Jules Verne". Un ejemplo de ello, es la cantidad de cuadros en los que introdujo el personaje del profesor Lidenbrock, y prácticamente en la misma postura.

Es como "buscando a Wally, nivel principiante" -disculpad la broma mala, pero así es como me he sentido al buscar las imágenes en google (xD)-






Como puede observarse, la figura de la mujer es otra constante en su obra. Ésta se alza como icono de belleza y de deseo, pese a tratarse de una belleza que por su quietud y hieratismo, inquieta. Siempre silentes, a menudo con la mirada perdida y ausente, las mujeres aparecen bajo distintas acepciones, como cortesanas, prostitutas sagradas que parecen ofrecerse y al mismo tiempo ser inaccesibles, ninfas, sirenas, Venus, vestales..., o simplemente formas vacías, cuerpos deshabitados.

No volveremos a repetir lo que ya se dijo, pero sí nos gustaría tocar un aspecto que a menudo acompañan a las figuras femeninas, como es el espejo, el doble. El pintor nos muestra el otro lado del espejo o más bien ambos lados, el dentro y fuera, el recuentro imposible. Ambos personajes fijan la mirada en su reflejo sin ver, sin expresar emoción alguna, rehuyendo cualquier indicio de subjetividad, en busca de la impersonalidad, de la sola apariencia como esencia misma.



Pese al hieratismo de las figuras, algunas de ellas parecen haber sido congeladas a mitad de un gesto, sin embargo, éste quiere estar desprovisto de voluntad, con el fin de cobrar valor por sí mismo; abstraerlo del sujeto, probando su desconexión con el alma.

En relación con esto, puede citarse un fragmento de La inmortalidad, de Kundera: 
<<no se puede considerar un gesto ni como propiedad de un individuo, ni como su creación [...] ni siquiera como instrumento; lo contrario es cierto: son los gestos los que se sirven de nosotros; nosotros sus instrumentos, sus marionetas, sus encarnaciones...>>
Para Delvaux: <<El gesto es algo permanente, de eterno... Es la ausencia de individualidad, de personalidad lo que crea la grandeza, la universalidad. Los gestos que significan el grito, la palabra, de un ser sin personalidad... El individuo es el soporte de lo que le desborda y que es la vida>>.

Por tanto, los gestos vuelven a separarse de la identidad, para convertirse, como el resto de elementos que aparecen en la pintura de Delvaux, en elementos puramente pictóricos. Y es ésta ausencia de contenido, lo que le permite a nuestro artista desplazar por sus cuadros, con total libertad, figuras y escenarios, sin necesidad de construir una historia.

Los gestos pueden ser simple evidencia, presencia, pueden ser exhibición o incluso ofrenda o espera, una espera pura, que no evoca finalidad alguna.

<< Cada cuadro es como una postal gigante que envía el poeta al niño, el pintor que tiene una edad, que envejece, al que le lleva fuera del tiempo>> J. Sojcher
<<Siendo pequeño, amaba los trenes y la nostalgia ha quedado, recuerdos de juventud...Pinto los trenes de mi infancia y, desde entonces, la infancia misma. La he reunido así, en cierta medida, reviviendo mis gustos de entonces, y reencontrando el frescor de aquel tiempo>>. - Paul Delvaux
<<[Amo] el pasado [que] desaparecerá para siempre... salvo en mi pintura>> - Paul Delvaux

Si bien los cuadros de Delvaux surgen de sus sentimientos de nostalgia hacia su niñez y juventud, en el momento de componer, el artista transforma sus emociones abstrayéndolas y despojándolas de su particularidad para llevarlas la universalidad de lo concreto; jugando todo el tiempo en el saber combinar la singularidad con la esencia.







 

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