Pocas películas a lo largo de la historia del cine se han atrevido a tensar al máximo los límites del plano subjetivo del mismo que promete Hardcore. Lo habitual es usar el recurso de meternos en la mente (es decir, “los ojos”) de los personajes y ver exactamente lo mismo que ellos de manera puntual, como con gran acierto, sentido del suspense y el escalofrío John Carpenter en La noche de Halloween (1978). Normalmente se usa de ese modo, ya sea para potenciar el nivel de identificación, reforzar la restricción de información o dar sensación de continuidad y de estar viviendo las tribulaciones de la película no ya tanto con ellos, sino como ellos; los hitos en este campo van desde el comienzo de La senda tenebrosa (Delmer Daves, 1947) hasta los tour de force titánicos de El arca rusa (Alexandr Sokurov, 2002) o Enter the Void (Gaspar Noé, 2009). Hasta la llegada de Hardcore, el primer largometraje del ruso Ilya Naishuller, que tomando prestado mucho de la chulería inverosímil de videojuegos bélicos en primera persona como Call of Duty promete meternos de lleno en una película de acción desde los ojos del protagonista. Aquí está su primer tráiler:
Naishuller tiene experiencia en el asunto tras la realización de su videoclip Bad Motherfucker para el grupo Biting Elbows, un bombazo de YouTube con más de 20 millones de visitas en el que, en menos de cinco minutos, contaba las peripecias de un agente secreto por tierra, nieve y aire para conseguir el contenido radioactivo de un maletín mientras dejaba un sustancioso reguero de cadáveres enemigos por el camino. Seguro que los recuerdas:
Tras ver Bad Motherfucker, fue Timur Bekmambetov (Razas de noche, Wanted) quien propuso a Naishuller producirle un largometraje utilizando la misma técnica de rodaje: una máscara que fija un par de minicámaras GoPro a la cabeza del protagonista para registrar lo que ocurre a la altura de sus ojos.
Aunque Hardcore ya está terminada, la fase de postproducción necesita financiacion adicional, por lo que Naishuller y compañía han acudido al crowdfunding a través de Indiegogo. Necesitan 250.000 dólares (unos 202.000 euros) para finalizar la película, terminar de pulir los efectos especiales por CGI, la mezcla de sonido, el etalonaje y todas esas cosas que convierten la fase final de producción de un filme en un proceso exasperante y costoso. Las recompensas que ofrecen a los micromecenas son las habituales en este tipo de propuestas, pero con opciones realmente jugosas —y tan macarras como todo lo relacionado con esta gente— a medida que se sube en la aportación: desde un pendrive con forma de pistola y una ushanka hasta las máscaras utilizadas durante el rodaje para llevar las cámaras o, el detalle triunfador, las propias minicámaras GoPro que han sido destrozadas durante la realización del filme. Así se hacen las cosas.
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