El director de 'Irreversible' presentó 'Love', una historia de amor con
sexo real, en el marco de las sesiones de medianoche del festival. No
hubo quejas, lo que se vio fue lo que habían prometido los explícitos
carteles del film. Amor con mucho sexo, o al revés, y en 3D. Todo muy
estético.
Gaspar Noé (Buenos Aires, 1963) ha sido dos veces nominado a la Palma de Oro, por
'Irreversible' (2002) y 'Enter the void' (2009). 'Love', su cuarto
largo, se presentó ayer en una de las sesiones de medianoche del
festival. Murphy (Karl Glusman) recuerda cómo su apasionada relación con Electra (Aomi Muyock) se fue al traste después de dejar embarazada a la vecina (Klara Kristin).
La trama de 'Love' es tan sencilla como su muy elegante puesta en escena. Noé
se esmera en la composición geométrica de sus suntuosos planos rodados
en cinemascope, y retrata a la pareja de forma simétrica, empleando una
reconocible paleta de colores donde predomina el rojo (pasión) y al son,
como también es habitual en Noé, de una sofisticada banda sonora.
'Love'
muestra sus cartas desde el primer plano, con Murphy, un actor se diría
que bien dotado, y Electra masturbándose mutua y lánguidamente, como en
un sueño que termina en eyaculación. De hecho, se trata de un sueño,
del que Murphy despierta con un resacón químico de primer orden, para
toparse con la nueva realidad que le rodea: una mujer y un niño de dos
años. Una llamada intempestiva de la madre de Electra, que ha
desaparecido, le llevará a recordar, en modo monólogo interior, una
relación marcada por la pasión y un deseo constante de experimentación
sexual. Así los veremos en todas las posiciones posibles entre dos, sin
acrobacias imposibles ni los planos quirúrgicos propios del cine porno
(salvo uno, teóricamente filmado desde el interior de la vagina). El
sexo es real, pero trata de preservar una cierta harmonía estética para
no caer en la vulgaridad del cine meramente pajillero.
Cuando la
pareja toca techo, el marco de la experimentación se amplía y la cosa se
complica al necesitar la aportación de terceros. Murphy no tiene
problemas cuando se trata de incorporar a la rubia vecina a sus juegos
amatorios, pero no le gusta la idea de que Electra quiera acostarse con
dos hombres a la vez, y sale traumatizado de una sesión con un
transexual que se le acerca diciendo 'Mamá tiene leche'. Las drogas
también están muy presentes. Para Electra, no hay nada mejor que el sexo
con opio, y el film mantiene en todo momento esa atmósfera de
ensoñación opiácea que ya nos cautivó en 'Casa de tolerancia' (Bertrand Bonello,
2011). Y tampoco falta la inmersión en un orgiástico y houellebecquiano
local de intercambio de sexo indiscriminado, donde los intercambios se
han filmado entre penumbras, en plan 'Irreversible'.
Noé, que se
regala un divertido cameo con peluca, no puede sin embargo resistirse a
mostrar su propio pene rojo (pasión) y a aprovechar las posibilidades
del 3D para eyacular en la cara de su público, los 3.000 espectadores,
entre invitados y periodistas, que ayer contemplaron el film en la sala
grande del Palais des Festivals sin que se escucharan demasiados ohs y
ahs. Quizás por la hora, el film empezó a la una de la mañana tras dos
horas de cola en el más completo caos organizativo.
'Love' es un capítulo más, quizás el más sofisticado y postmoderno, en la historia del cine convencional con sexo real,
una opción que hace tiempo que dejó de ser transgresora y que ya no
escandaliza a nadie, o no debería. Pero sigue siendo una opción. El sexo
forma parte de la intimidad de la pareja, y puede ser mostrado de la
misma forma que se exhiben, a veces de forma mucho más impúdica, otros
aspectos de esa misma intimidad. La cuestión es ¿hasta qué punto 'Love'
es sexo con amor? Como melodrama no pasará a la historia, el film se
queda más bien en un ejercicio de estilo que no llega a abrazar del todo
el plano emocional que promete su título. Eso sí, no deja de ser una
experiencia muy gozosa protagonizada por tres bellos animales del amor.
.I.
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